Mientras uno puede valerse por sí mismo, la cosa es bastante llevadera el problema surge cuando esa capacidad va mermando, y amigo/a mío, eso nos va a pasar a todos/as, pero es un tema socialmente muy difícil de aceptar, el ser humano siempre ha tenido dificultad para enfrentarse con el tema del envejecimiento, es connatural a él, tener miedo del mismo, ya que supone una pérdida de capacidades que anuncia el fin de la vida y creo que pocas cosas aterran más al ser humano que ese fin.
Pero aunque a nivel individual el envejecimiento suponga un problema y dependa de cada uno la manera de enfrentarse a él con mayor o menor éxito, es evidente que pone de manifiesto a su vez una problemática social que está incidiendo directamente en la creación de unas necesidades a nivel social.
Actualmente nos encontramos con personas mayores que viven solas, totalmente aisladas y sufriendo una serie de déficits a nivel sanitario y social difícil de paliar, en ocasiones, esas personas viven solas porque no tienen familia directa que pueda ocuparse de ellas, lo cual aunque no deja de ser triste, puede dársele una lógica razonable a esa situación; lo que me resulta más incomprensible es cuando esas personas si tienen familia directa y aún así están inmersas en un aislamiento social que les lleva aparejado una serie de dificultades emocionales, físicas, sanitarias, de movilidad, etc que no son resueltas por nadie.
A pesar de lo dicho, considero que hablar de incomprensión en esta situación no es del todo justo y acertado, ya que no se puede generalizar, cada familia es un caso y tiene unas circunstancias sociales, económicas, relacionales y una historia de vida como familia que es necesario analizar en profundidad para entender su situación, por lo que no pretendo enjuiciar de forma genérica las diversas situaciones que se estén dando, sino que intento hacer una análisis de forma general de una serie de carencias a nivel social (tanto de las instituciones como de los valores humanos – familiares) sin con ello perder de vista la existencia de especificidades y el respeto a las mismas.
Entrando en ese análisis general, nos encontramos con la problemática mencionada en muchas ocasiones de la crisis de valores, aprovecho la ocasión para volver a remarcar la gravedad que esta crisis supone ya que afecta directamente a muchos aspectos de la vida y genera necesidades e insatisfacciones nuevas difícil de cubrir sin una recuperación de esos valores. En un mundo que se ve influido por las prisas, y por la necesidad creciente de acumular posesiones, el cuidado de nuestros mayores ha pasado de ser algo natural ha ser algo que debemos evitar a toda costa. Son un problema, nos frenan en nuestras ambiciones, nos quitan tiempo de disfrutar, de hacer cosas nuevas, y así poco a poco con esto en la mente, los vamos relegando a un cuarto o quinto plano, y olvidándonoslos en el camino, pasan a ser un mueble abandonado en una casa aislada, a la que vamos muy de vez en cuando más por cumplir con las apariencias con el vecino que nos vea llegar a “echarle un vistazo al viejito” más que por un compromiso real con otro ser humano del que en un determinado momento dependiste tú.
Y así en esta dinámica vamos generando problemas nuevos, surge el aislamiento, la depresión, el síndrome de Diógenes, etc. Pero es obligación de la familia, eso no debe olvidarse, su cuidado, en una etapa tan delicada de la vida, y no sólo es una obligación sino que si se realiza de manera adecuada es más un aprendizaje y una vivencia positiva que desarrolla a la persona que ejerce ese cuidado.
Pero, a pesar de que abogo por que se recupere el valor del cuidado a los mayores dentro del hogar familiar, garantizándoles el derecho a su intimidad, a su vida familiar, a su autonomía, no hablo ni por asomo de la vuelta a ese cuidado tal como se entendía antes. En otros tiempos, era la mujer la que se encargaba del cuidado de las personas mayores dejando al margen todo tipo de necesidades personales e incluso su desarrollo laboral; como es lógico no busco una vuelta a eso, ya que sería no sólo injusto sino totalmente ilógico, se supone que hemos avanzado como sociedad en cierta manera y esos avances deben implicar algo. El cuidado de las personas mayores de una familia debe ser una tarea compartida por todos los miembros de la misma, y es importantísimo que esos miembros tengan muy en cuenta la realización de actividades de autocuidado, que se respeten necesidades y que sea fruto de un pacto equitativo entre todos los miembros, para no recargar el peso sobre la espalda de uno de ellos, como en todo el trabajo compartido es mucho más fructífero y eficaz. Y sobre todo que no se den situaciones de abandono de empleo por cuidado de otra persona, hechos que se daban con anterioridad frecuentemente y sobre todo en mujeres, que tras el fallecimiento de la persona mayor se quedaban en medio de un “limbo” social difícil de superar, inmersas en el aislamiento, sin relaciones sociales y con inexistencia en muchos casos de recursos económicos para la supervivencia, lo que les llevaba a situaciones sociales muy difíciles, dependiendo en muchas ocasiones de ayudas económicas y con dificultad para la inserción laboral debido a la edad, a la inexistencia de experiencia laboral y haber abandonado totalmente las relaciones que pudieran favorecer y/o apoyar la inserción en el mercado laboral.
Cuidar de una persona mayor es un trabajo agotador, más si esa persona posee enfermedades degenerativas, del tipo Alzheimer, Parkinsons, demencia senil… hay momentos en que la risa es propicia en estas situaciones pero muchas otras que se hace cuesta arriba, ya que el cuidador a parte del cansancio físico tiene que hacer frente al desgaste emocional que supone tener que aceptar que la persona que estas cuidando poco tiene que ver con la que conociste, por que la enfermedad ha producido un deterioro importante. A veces asumir el deterioro de los seres queridos es mucho más difícil que asumir el deterioro propio. Por eso es importante el apoyo a estas personas, y es ahí donde falla el sistema, sería necesario una red adecuada y suficiente tanto de centros como de servicios para estas familias, de manera que el/la cuidador/a pueda tener un refuerzo para su tarea y pueda dedicarse tiempo a sí mismas. Con una red de calidad en este sentido, habría una mejora social impresionante en este sentido, las personas podrían ser atendidas en sus casas y no supondría un deterioro para el/la cuidador.
Los recursos ha fomentar por parte de las Administraciones deben ser los centros de día y de noche, los programas de respiro familiar (aunque cambiándoles el nombre porque no tienen un nombre muy humano ni integrador), los servicios de ayuda a domicilio, las actividades lúdico-recreativas para personas mayores, la flexibilidad de horarios en los trabajos y la conciliación de la vida familiar y laboral.
Un montón de cosas ¿no? Pues no he dicho nada nuevo, todo está inventado ya, lo que pasa es que no está puesto en marcha de manera adecuada. Por un lado tenemos la Ley de Dependencia, que aunque podría tener aspectos a mejorar, en líneas generales está bien planteada, puesto que si se llevara a cabo se pondría en funcionamiento todos los centros y servicios planteados y cubriría muchas necesidades, pero le queda muchísimo que caminar, la teoría está bien ahora si la existencia de esa red de recursos nos seguimos quedando en teoría. Y después tenemos la Ley de Conciliación de la vida familiar y laboral, que permite a las personas que se encarguen del cuidado de mayores flexibilizar sus horarios, y he aquí que nos volvemos a topar con un buen escollo, por que yo he oído hablar de esa ley, la he tenido en mis manos e incluso la he leído, pero ¿la he visto aplicar? En muy pocas ocasiones, con muchas restricciones y en muchas ocasiones con repercusiones negativas. Sin bien, en las administraciones públicas existe cierta facilidad para ponerla en práctica, aunque tampoco es oro todo lo que reluce, la ejecución dentro de las empresas privadas es más bien un lujo o una tomadura de pelo, según el caso.
Y al final ¿qué tenemos? Una población en desventaja, desprotegida o por su familia o por las instituciones o por ambas