Historias más allá de una estadística

     

           Como todo en la vida, cada situación tiene su ventaja y su inconveniente, es más muchas veces el inconveniente es a la vez una ventaja o viceversa. El haber elegido el trabajo social como profesión supone haber elegido y vivir a la vez con una dicotomía perpetua que te lleva a navegar mental y  emocionalmente sobre un mar de pros y contra. Pero es quizás esta situación la que como persona te permite desarrollar un punto de vista más completo y crítico y te ayuda a desarrollar una madurez emocional que te facilita muchos aspectos de la vida personal lejanas a la profesional.

                Una de las ventajas más interesantes es que podemos vivir al margen de las estadísticas. Nunca antes me había planteado la influencia de las estadísticas en el pensamiento de las personas, pero últimamente he analizado los medios de comunicación y las conversaciones en general de la gente y si te fijas somos bombardeados constantemente por datos, que en realidad carecen de sentido por sí mismos, el número creciente de personas en desempleo, el número creciente de personas en exclusión social etc no tienen por mucho que cueste creerlo sentido para la gente, si no conocen a nadie en esta circunstancias o si no tienen una especial sensibilidad hacia los problemas de los demás, los que viven lejos de este mundo porque sus condiciones sociales o económicas se mantienen y su círculo relacional están en su mismo nivel, te seguirán diciendo que no es para tanto, que se quejan mucho, que no buscan trabajo adecuadamente… en fin un montón de pensamientos que para una/un trabajadora social que no conoce de estadísticas sino de situaciones concretas puede en muchas ocasiones herir la sensibilidad y llevar al desánimo.

                El decir que nuestra profesión nos permite vivir con la ventaja de estar al margen de las estadísticas, no quiere decir que no las conozcamos ni la utilicemos, lógicamente tienen una significación diferente, ya que al estar en contacto directo con múltiples realidades, te permite valorar en profundidad lo que está detrás de un dato o de una noticia, que puede estar manipulada políticamente.

                Por eso me gustaría hoy profundizar en esas realidades que están escondidas detrás de la realidad, sólo un par de ejemplos que nos ayuden a entender la situación general por la que están viviendo muchas personas, y que hace que sea cada vez más necesario que actuemos y busquemos la manera de hacer algo para cambiarla.

                Don Pedro tiene 66 años, se ha quedado sólo después de toda una vida de trabajo, cuando era joven tuvo que emigrar, sus comienzos fueron muy difíciles pero poco a poco fue consiguiendo mejorar su situación y crear una familia, nunca supo de lujos pero nunca le faltó un techo y en su mesa sus hijos siempre tuvieron un plato de comida, conseguido con mucho esfuerzo, mucho trabajo y mucha dignidad; cuando la situación en su tierra mejoró y sus condiciones económicas se estabilizaron volvió a su pueblo natal, sus paisajes y su forma de vivir lo llamaban incesantemente y la familia se trasladó e inició una nueva vida; siempre con mucho esfuerzo dio estudios a sus hijos y pensaba en una vida mejor para ellos; ahora está solo; sus hijos repiten su historia y con su maleta llena de conocimientos y esperanza han emigrado en búsqueda de oportunidades que en su tierra parecen desaparecer a cada segundo, Don Pedro está solo y no ha podido acceder sino a una pensión no contributiva de invalidez, alrededor de 337€ con los que tiene que hacer frente a todas las necesidades de la vida diaria, necesidades que a su edad parecen ser pocas pero a pesar de eso la subsistencia se le hace cada vez más difícil, ya casi no enciende la luz, vive a oscuras porque no puede pagar la subida de precios de los suministros que parece que no tiene fin, pero para él, un hombre trabajador, luchador y defensor de su dignidad lo más difícil es tener que hacer alguna que otra cola para conseguir algo de comida o verse revolviendo en los contenedores y viviendo de lo que otros consideran desperdicios. Don Pedro te mira a los ojos y te pregunta ¿cuándo me convertí yo mismo en un desperdicio de una sociedad que tira a la basura lo que no cumple con unos cánones? Difícil pregunta de contestar, y sólo se puede devolver la mirada con la misma franqueza que él te la envió y explicarle, con el sentimiento de dolor ahogado en la garganta, que la sociedad se equivoca, que él no es un desperdicio, que el trabajo, su experiencia, su vida y sus conocimientos son un valor en sí, un valor que no tiene precio aunque hoy no se sepa valorar.

                Nuria tiene 18 años iba a ser su primer año de Universidad, estaba muy emocionada llevaba mucho tiempo esforzándose para sacar buenas notas y poder acceder a la carrera de sus sueños, pero hoy en el primer día de clase, ella no está en ningún aula, está en la calle buscando un empleo que difícilmente llegará porque no tiene estudios, no tiene profesión y por su puesto carece de experiencia, pero ¿cuándo desaparecieron las opciones? Empezaron a diluirse ante sus ojos hace un año más o menos, cuando su madre se quedó en desempleo, ahora sólo entra a casa un subsidio de 426€ con los que su madre hace malabares para que tanto ella como su hermano de 12 años coman, por supuesto ya no hay dinero para la hipoteca, y durmiendo cada noche con la pesadilla de no saber si al día siguiente habrá un techo bajo el que dormir, es imposible despertarse e ir a matricularse a una Universidad cuyos precios han subido de una manera desmesurada, si por lo menos hubieran becas Nuria se plantearía mil maneras de reduplicar sus esfuerzos, pero si estas llegan que no se sabe cuando será tarde, porque aquel día que fue a la secretaría de la facultad y le dijeron que tenía que pagar la matrícula y que ya llegaría la beca después, se le fue el alma a los pies, y con los ojos hinchados de llorar se fue a su casa, abrió la puerta y se encontró a su madre derrumbada en el comedor con una carta de desahucio en la mano. Para Nuria es difícil discernir entre la realidad y las pesadillas.

                Nuria y Don Pedro no están solos en estas realidades, detrás de cada persona que cruzamos en la calle nos podemos encontrar con realidades iguales o peores a esta, que tienen en común que siguen luchando y buscando alternativas para mejorar su pequeño espacio en el mundo. Conocerlas a veces pienso que es una desventaja, lo pienso los días en que resulta difícil asimilarlas y ver que no siempre puedes hacer algo, los días que se te instala en el corazón la tristeza de asumir estas realidades, pero creo firmemente que es una ventaja porque te dan sentido, te dan fuerza, te dan ejemplo, y gracias a ellas entendemos lo que nos rodea de una manera más profunda y sobre todo entiendes mejor que es necesario seguir luchando por la justicia social, por un mundo mejor, salir a la calle y reivindicar lo injusto o seguir difundiendo la información y las realidades por los medios que estén a nuestro alcance.

                Por eso espero que podamos seguir trabajando por un mundo mejor, porque las historias que existen detrás de cada cara van mucho más allá de una estadística.

Iris de Paz

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