Cuando escucho el concepto Justicia Social se crea en mí una mezcla difícil de explicar entre lo cognitivo, lo emocional, lo pasional y lo vocacional. Este concepto está muy arraigado en mis pensamientos mucho antes de que existiera en mi vocabulario y se manifiesta como una pulsión interna hacia la búsqueda del equilibrio. Es la expresión de la creencia firme de que las personas pueden moldear el mundo que les rodea para que sea mejor, para que todas y todos tengamos cabida, para que todos los seres humanos puedan partir con las mismas posibilidades para desarrollarse independientemente de donde han nacido. Hablo de justicia social y muchos me tachan de utópica, de no tener los pies en el suelo, de vivir en un mundo de fantasía. Pero nada más lejos de la realidad, soy consciente de todo el camino que queda, de la dureza de cada paso, de que no depende de mí sola, de que es probable que no lo vea materializado. Mas, con cada reproche por mi supuesta utopía me cargo de más razones y energía para alcanzarla. Por que sé de buena tinta que hay más personas creyendo y trabajando en ella, y no es una suposición ni una idea lejana, son seres humanos que tengo cerca, que puedo tocar con las manos, que los veo luchando por un mundo mejor; pero también los hay lejos y a pesar de la distancia sé de su existencia por que en muchas ocasiones trabajamos juntas para alcanzarla. Somos parte de ese grupo de seres que utilizan las redes sociales para crear, compartir, mejorar y alcanzar objetivos comunes. Somos parte de ese grupo, que deseamos esté en expansión, de seres que creen en las semejanzas y en la justicia.
Hace ya muchos años elegí hacer de la búsqueda de la Justicia Social un estilo de vida, para ello decidí que la profesión que más me acercaba a ese objetivo era el Trabajo Social. Fue una intuición, pero no tardé en darme cuenta de que había acertado. Cuando empecé a estudiar, el espíritu “combativo” se fue reforzando a cada paso que daba, pero después la vida laboral supuso un “golpe” de realidad muy difícil de digerir. Ahí si fue necesario reequilibrar lo utópico del pensamiento con la estructura en la que me encontraba y las diversas situaciones en las que me movía. Es verdad, que en muchas ocasiones la esperanza se tambalea pero el objetivo se mantiene firme, al final del camino está la Justicia social, así caes y te levantas para seguir trabajando en ese fin último en el que tanto crees a pesar de que tienes que lidiar con la dificultad de entender que en pleno siglo XXI vemos personas que están totalmente desesperadas en su lugar de origen y se juegan la vida para emigrar a otro país que los encierra sin haber cometido más delito que querer lo mejor para ellos y sus familias. Que, en pleno siglo XXI me encuentro muy cerquita de mí personas que viven en unas condiciones infrahumanas y que no pueden acceder a una vivienda digna, y yo sigo ahí luchando por ellos desde el gran monstruo de la Administración Pública, intentando que este no me coma a la vez que busco recursos inexistentes y que cada vez se alejan más de las necesidades reales de la población. En pleno siglo XXI sigo observando desigualdades importantes, niños y niñas que nacen en familias sin recursos, con unos padres sin empleo y sin nivel educativo suficiente para ayudarles, que pueden tener o no necesidades educativas especiales y que se encuentran con una educación pública que no es de la calidad que debería ser por que llevan años abandonandola y infradotandola, lo cual hace que dependan de la buena voluntad del maestro que les toque el tener a su disposición los medios educativos necesarios para saltar esa barrera y poder acceder a otras condiciones de vida en el futuro. En pleno siglo XXI continúan existiendo hombres que matan a mujeres por que las creen de su propiedad, que les niegan sus derechos. Adolescentes que le dicen a su pareja cuan corta debe ser su falda, que la espían, que las acosan y que las agreden y porque todavía no existe una igualdad real. En pleno siglo XXI existen todavía, mayores que mueren solos en sus casas, abandonados, con un final de vida totalmente indigno o personas con diversidad funcional encerrados en una casa por que no tienen los medios económicos suficientes para eliminar barreras, porque la Ley de Dependencia se oye pero pocas veces se ve materializada.
En pleno Siglo XXI, cuando ya esperaba ver tantas cosas superadas me enfrento a la triste realidad que supone saber que la justicia social está muy lejos. Por eso me desprendí sin miedo del velo de la utopía que marcó los impulsos de esa estudiante de Trabajo Social que quería un mundo mejor, para salir a la calle cada día sin ninguna venda en los ojos, mirando cara a cara la realidad, superando el dolor, la pena y el cansancio para luchar con tesón con las herramientas que nos brinda el Trabajo Social por la Justicia Social. Una Justicia que sé que llegará algún día y que nos acercará a aquellos seres humanos que hoy la indiferencia y el maltrato de otros nos aleja.
Un año más, un 20 de febrero más, no me importa celebrarte, aunque no hayas llegado por que sé que algún día festejaremos juntas. ¡Por que la Justicia Social sea una realidad ya!